Gente normal. Sally Rooney

“… No conseguía entender cómo había ocurrido, cómo había dejado que la conversación se le escapase de las manos de esa manera…”

Gente normal es un libro que engancha por ser tan normal. La historia de Marianne y Connell es turbia, extraña, dilatada en los años e intensa. Es de esas historias que no sabes si los protagonistas acabarán por abandonarse o quererse para siempre. Un relato de amor que debe pasar por las diferentes etapas de la infancia, juventud y madurez mientras los protagonistas crecen tanto por separado como juntos.

Por un lado, Connell me ha parecido un personaje con pocas entrañas, de esas personas que no les iría mal recibir un par de hostias para que la sangre le hierva un poco. Es bastante tibio, pero entrañable. Por otro lado, hay capítulos en los que Marianne me ha caído realmente mal: es un personaje complejo psicológicamente que cree que, por hecho de ser quien es, se merece que los hombres la desprecien, tiene muy poca autoestima y un punto autodestructivo. Ambos tienen un complejo de inferioridad que a cualquier terapeuta le encantaría poder tratar.

Con un lenguaje sencillo y una trama cronológica y estructurada de manera simple, Gente normal es un libro que se lee rápido. No es solo una historia de amor, es la psicología de dos personajes cuyas personalidades se acercan y se alejan en lo que transcurre el tiempo. Es una obra que recomendaría a alguien que busque algo ágil pero con cierto grado de profundidad, unas líneas para sentirse identificado y poder empatizar con los personajes.

Hay pasajes en la novela, situaciones, que podrían haberle pasado a cualquiera. La frase que introduce esta entrada, por ejemplo, es parte de una página que describe cómo podemos iniciar una conversación y cagarla, no se sabe muy bien cómo, y que resulte que la situación se acabe torciendo tanto que las consecuencias no te las podías ni imaginar antes de empezar a hablar.

Creo que es un libro que puede gustar a diferentes edades. De hecho, cuando lo leí pensé en Marina, mi post-millennial favorita a la que estoy introduciendo al mundo de la buena literatura (la última vez le dejé Faulker, Safier y Gabriel García Márquez, porque tiene mucho que aprender y tiene que leer de todo. Estoy a un paso de dejarle Tolstoi), pero también pensé en Natalia que no necesita que yo le enseñe nada y ya pasa de los 30, probablemente incluso podría recomendárselo a mi madre porque creo que es un libro sin edad: que lo disfrutes dependerá más del momento vital que no de tu madurez.

En él encontrarás una gran historia, de esas que duran años, de gente que engancha, con un punto justo de purpurina al estilo de “No soy una persona religiosa, pero a veces pienso que Dios te hizo para mí”, pero tampoco sin vomitar demasiado romanticismo, solo con el necesario para disfrutar de un buen rato literario.