Sobrevivir a la crianza y un relato para dejar el chupete

¿cómo sobrevivir a que tu hijo se haga mayor?

Encontrarás en esta publicación mi pequeña reflexión sobre la sensación cuando tus hijos crecen sin que tu puedas evitarlo.

Empecemos por el principio.

Soy Rosa y no estoy preparada para que mis hijas se hagan mayores.

Ale, ya está ya lo he dicho, me lo he sacado de encima y ya podemos continuar

Esto esta siendo un poco durillo estos días. No creía yo que tendría este sentimiento de culpa ante todos los cambios que me están atropellando últimamente. No míos, no. Mis cambios los gestiono fatal también, pero no pensaba yo que iba a llevar tan mal los cambios en lo referente a mis hijas.

Te lo cuento porque quizá te sirve, o quizá no, pero mira que me leas para mí ya es un honor así que vamos al grano.

En el último mes mi hija mayor, Arlet, ha evolucionado tanto que no me ha dado tiempo a asimilar que:

  • ha dejado el chupete
  • ha empezado a hablar y a comunicarse como una cotorra. Y no, no sé si lo ha heredado de su padre o de mí
  • está en proceso de dejar el pañal
  • me desafía con la mirada
  • ha aumentado el número de veces que dice NO por minuto. (y son muchas, créeme)

Bien. Quizá ahora estés pensando algo así como “ y la loca esta ¿pensaba que Arlet que ya tiene dos años y medio sería una bebé toda la vida?”. Pues no, pero la constatación de estos hechos me ha llevado a pensar dos cosas: me estoy haciendo mayor y el tiempo pasa demasiado rápido

Y no estoy preparada para ninguna de las dos.

Y quizá ahora dirás “vale rosa, pero el título de la publicación promete que me vas a contar cómo sobrevivir a ello”. Tienes toda la razón.

Te voy a decir que no creo que debas hacerme caso. Yo, como todas las personas con uno, dos o tres hijos, no tengo ni idea de lo que te va a funcionar a ti. Te puedo contar lo que me funcionó a mí, pero no por darte un consejo, sino para que tengas más opciones donde escoger. Darte consejos queda muy lejos de mis competencias.

Bien, al grano.

¿Cómo gestionar que tu hija diga NO a todo?

Difícil solución ¿eh? estoy segura que si has pasado por esta época, a ti también te ha pasado eso de “ como me vuelva a decir no, le pego un guantazo”. Seguramente también el guantazo nunca llegó, pero hay que reconocer que nos cuesta mucho salir de patrones que tenemos tan instaurados.

Primero de todo, el guantazo es el último recurso cuando ya no te queda razón. Digamos que seguramente a Putin le dieron unos cuantos sus padres. Recuerda que no eres peor madre o padre por tener este sentimiento en el que llegas a un punto en el que tu hijo o hija te lleva al límite y colapsas.

Te cuento lo que yo hago por si te sirve. Que ya te digo que no siempre soy racional y pierdo los papeles nivel huracán ¿eh? no te vayas a pensar que soy aquí un espíritu zen que va levitando por la casa.

Lo que yo hago es darle dos opciones. En vez de decirle que recoja algo, le pregunto si prefiere recoger sola o que yo la ayude. Si te fijas, cuando hay dos opciones hay menos probabilidades de que te diga que no, porque el no solo pega con una pregunta cerrada, no con una pregunta multiopción.

Parece una tontería y quizá ahora estás pensando que si me creo Maria Montessori. Esto no lo he inventado yo, lo he leído en algún libro y lo comparto contigo por si te sirve

¿Qué hacer cuando tu hija te desafía con la mirada?

No sé a ti, pero a mi me enerva que Arlet haga las cosas intencionadamente en plan “no tires eso” y ella me mire desde su casi metro de estatura y tire lo que sea en mi cara.

He leído por ahí que hay que educar menos en el no y más en el respeto. Más allá de ofrecerles alguna alternativa en plan “¿quieres dejarlo encima la mesa o me lo das a mí?” no se me ocurre nada.

Tampoco creo en el 100% en el refuerzo positivo ese en el que no puedes reñir a tus hijos y todas estas cosas que hoy en día están de moda. A veces no sabemos hacerlo. Y eso no nos hace padres o madres menos cualificados

Dejar el pañal, ¿quién de las dos no está preparada?

Mira esto lo llevo fatal. Yo pensaba que aún me quedaban meses por delante y de repente un día la profe de la guarde me cuenta que en el cole Arlet ya no lleva pañal porque va al lavabo con su amiga Ariadna.

Yo a veces me pregunto si en el cole tienen algún truco que es como “ el gran secreto de las maestras de infantil” y que cuando se gradúan prometen llevarse a la tumba y no compartirlo con nadie. Si no, no me lo explico.

Arlet odia profundamente que le quite el pañal en casa. No sé, quizá es una cuestión de celos, por el hecho que estamos todo el día cambiando el pañal de Cloe. O si no está segura de poder ir a l lavabo a tiempo y no soporta mearse encima.

El caso es que me siento un poco presionada. Quizá en la guarde la ven tan preparada que, sin mala intención, me animan a quitarle el pañal ya.

Me animan, no me obligan. Pero es inevitable que yo piense que soy la peor madre del mundo porque siento que por primera vez le estoy poniendo límites a mi hija.

Sé que esto es algo evolutivo Que si le pregunto a mi hija cuando llega a casa si quiere quitarse el pañal y me dice que no, quizá es o porque no está preparada o porque ella también quiere ese momento que tanto su padre como yo compartimos con su hermana menor.

Así que batallo todos los días con esa voz que tengo en la cabeza, una de ellas, que se divide entre saber que si en el cole es capaz de estar en pañal también lo es en casa y la culpa de no querer obligarla. Y en el fondo no querer que se haga mayor

¿Cuándo dejará de sorprenderme con sus palabras?

Es una pregunta retórica. Sé muy bien que aprenderá a hablar como una adulta. Aunque últimamente me he dado cuenta que ha empezado a usar pronombres y a a hacer frases gramaticalmente correctas.

Eso para mí es un shock. Y un alivio.

Entender que cuando se despierta por la noche es porque tiene miedo, sed o quiere a su padre significa que ya no tengo que batallar con una rabieta que ya no sé de dónde viene. Ahora las rabietas las batallo igual, o peor. Pero saber de dónde viene es pasar a poder conducir otro tipo de vehículo en el carnet de madre nefasta.

Tiene sus cosas buenas, dejando a un lado que la comunicación es de los indicadores más dolorosos que está dejando de ser una bebé. Te diré que esa sensación de escucharle decir “t’estimo” o «te quiero» en castellano me ha impactado tanto que no sabía que el corazón te podía explotar dentro.

Y sí, con esto termino mi momento purpurina. No te preocupes, no quiero indigestarte.

¿Cómo dejar el chupete sin moriren el intento?

Es curioso que algo que le damos a nuestros hijos por nuestro bien, para que deje de llorar, para que se calme, puede ser al mismo tiempo algo que decidimos nosotros también que debe dejar.

Mi hija no escogió llevar chupete. Se lo endiñé yo cuando la segunda noche del hospital pasó de ser un bebé recién nacido adorable a ser la viva personificación de un gremlin mojado.

Arlet no escogió ser adicta al chupete. Se lo di para que dejara de llorar cuando no se podía dormir.

Ella no escogió dejarlo. Yo decidí que era el momento adecuado

En mi ciudad hay una costumbre por la fiesta mayor: los niños atan el chupete a la cola de la Vibria. Un bicho bastante feo a mi gusto.

La preparé desde agosto, preguntándole si quería regalarlo y recordándole que sus amigas sí irían a la plaza de la catedral para dejar su preciado tesoro. Ella estaba convencida.

Hicimos fotos, lo colgamos en la cola de la bestia y, bueno, luego me di cuenta que realmente no sabía que si lo daba, significaba que ya no lo tendría más.

Pasamos un par de noches chungas. Chungas nivel divorcio en la que mi marido se debilitó ante el ataque incesante del enemigo. Pero yo no. Así que inventé una historia para contarle a mi hija que el chupete no volvería más. Te la comparto al final de este artículo por si quieres adaptarla a tu historia.

Nunca subestimes el poder de una buena historia. Esta se ha convertido en su favorita y desde que existe no ha vuelto a reclamar el chupete

Que sí, que ya sé que es egoísta no dejar que mi hija crezca. Que no, que no es que sea una madre obsesionada por el hecho de que le gustan los bebes. De hecho, jamás me gustaron los niños pequeños.

Pero que mi hija mayor se convierta de la noche a la mañana, en un mes, de una bebé a una niña, es la constatación dolorosa de que empieza una nueva etapa en nuestras vidas.

Y ¿qué quieres que te diga?, yo a veces lo del paso del tiempo no lo llevo bien.

Te comparto aquí la historia que le cuento todas las noches para dejar el chupete.

Había una vez en un país muy y muy lejano…

Una bestia buena que era mitad mujer y mitad dragón y se llamaba Víbria

Ese animal volaba un día por el reino cuando oyó el llanto de una niña y al aterrizar en el bosque para ver si podía ayudarla, se hirió en una ala.

La niña, Brit, lloraba desconsolada porque se había perdido. Había ido a la fiesta mayor del reino y se perdió.

—Brit, ya sabes que los niños deben ir de la mano de sus padres para no perderse ¿verdad? Venga súbete a
mi lomo que te llevo de vuelta.

Pero no alcanzó a alzar el vuelo, porque la herida le impedía volar

— Brit, ¿cuántos años tienes?
—Dos — le contestó la niña dejando de llorar
—Pues hemos tenido suerte, los chupetes de los niños de dos años son mágicos. Si me lo atas a la cola, podré volar.

Y así consiguió la bestia llevar a Brit al pueblo, volando por encima de campos y caminos.

Al llegar al pueblo, la Vibria sabía que si le devolvía el chupete a la niña, no podría llegar a casa ni salir en la
fiesta mayor del año siguiente.

Y como Brit sabía que su chupete era mágico, se lo regaló al animal para que pudiera volar.

Y así fue como la Vibria consiguió llegar a casa y guardó el chupete de Brit en una caja rosa, para atárselo el año siguiente en la cola y volar hasta la fiesta mayor.
colorín colorado, este cuento ha acabado

*este relato lo he inventado con Arlet basándonos en la costumbre de dar el chupete a la Vibria durante las fiestas de Santa Tecla. Y sí, mi hija escogió el nombre de la niña y el color de la caja del chupete. No hay mejor momento en el mundo que cuando nos inventamos cuentos para ir a dormir

Si te ha gustado y lo compartes no olvides mencionarme: el relato es propiedad de la imaginación de mi hija Arlet y no querrás robarle a un niña.

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