Antes de que se enfríe el café. Tashikazu Kawaguchi

Nunca fui gran fan de la literatura oriental (obviando a Murakami, pero me parece que él es más bien occidental cuando escribe). Me cuesta bastante empatizar con algunas historias y lo achaco a una gran falta de conocimiento compartido y mi analfabetismo cultural. Pero hoy te traigo algo que me cambió un poquito mi visión de la novela asiática. Te traigo una joyita.

Si pudieras volver a un momento concreto de tu pasado, ¿lo harías? Yo a veces lo pienso, pero reconozco que mi pasado me ha llevado donde estoy hoy. Sería una persona distinta si hubiera tomado decisiones diferentes a lo largo de treinta y siete años. Pues Antes de que se enfríe el café precisamente va de la posibilidad de volver al pasado, pero con demasiadas normas. Solo puedes volver al pasado por el tiempo que tardará en enfriarse tu café. No podrás levantarte de la silla y solo podrás reunirte con alguien que ya haya estado en la cafetería anteriormente. Y, lo que me parece más frustrante: hagas lo que hagas el futuro no cambiará. Pues mira, volver al pasado para que nada cambie no sé si vale mucho la pena,

Voy a serte sincera, va. Escogí el libro por la portada. ¿No me dirás que no tiene una portada superinstagrameable? Pues sí, la tiene. Pero la historia está muy bien. En realidad son unas cuantas historias conectadas entre sí: varias personas que necesitan volver al pasado para sanar heridas, para recuperar momentos perdidos, para estar en paz. Al principio cuesta un poco engancharte, quizá porque se descubre relativamente tarde la conexión entre cada una de las historias, pero luego te lo llegas a leer en un respiro.

En positivo voy a decirte que la lectura es ágil, la historia dulce e incluso se te podría llegar a saltar una lagrimilla. En negativo, y eso es algo muy personal, hay demasiadas notas de traducción. Entiendo que traducir del japonés no debe ser fácil, pero me han sobrado notas explicativas de cosas que no me parecían importantes para la historia (por ejemplo: me es bastante indiferente si lo que come el protagonista de la historia es un bollo típico japonés relleno de no sé qué, me sobra bastante)

Este es un libro para leerte con un par de cafés, con calma, sin pausa, de esos que no te duran dos tardes y te dejan un buen sabor de boca. Si te apetece tomarte un café, no dudes en escogerlo.

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