Relato: Desnuda

Me acabo de encontrar conmigo misma. Mirarme al espejo así, desnuda, ha sido como si me pegaran una hostia. Toda desnuda. Soy yo, yo misma. Mañana dejaré de serlo, pero hoy esta soy yo, con esta gran imperfección, la deformación que me ha perseguido los años de adolescencia. Y ya soy mayor de edad. Mañana ya no seré yo, seré otra, porque todo cambiará.

La primera vez que el médico me vio fue como si se riera en mi cara: malformación genética… ¡Qué cabrón! Pensé que era él el que tenía el cerebro deformado. Pero no, quien tenía esa anomalía en el cuerpo era yo y era muy patente: un seno de la talla cien y uno de niña de doce años. “No, esto no se puede operar hasta que no hayan crecido del todo”. “Sí, hasta que no tengas dieciocho años”. Con doce años, seis años es toda una vida: la adolescencia. Toda una vida sin dejar que te metan mano, toda una vida de esconder la vergüenza que te produce no tener uno de los dos pechos, de rellenarlo con calcetines hechos bola, en una época en el que cualquier pequeño defecto puede ser una excusa para hundirte. “Pues no, no te operaremos hasta los dieciocho… ¡anda! ya te puedes ir”.

Mamá y yo nos hicimos un hartazgo de llorar. Parece una bobada, pero no tener pecho es grave… tenerlos pequeños te puede obsesionar… tenerlos grandes te puede acomplejar… pero tener uno grande y uno pequeño, ¡joder!, esto sí que es una buena burla del karma. Y ahora estoy aquí, delante del espejo, y yo mañana ya no seré yo, porque ya no tendré que usar la prótesis que me ha acompañado durante años cuando abandoné los calcetines improvisados y compré un relleno de silicona. Ya no me tendré que preocupar de cuando me metan mano lo hagan en el seno derecho y no en el izquierdo. Ahora podré ponerme camisetas sin necesidad de ropa interior. Ahora tendré unos pecho perfectos, iguales, simétricos.

Mañana tendré pecho, como si fuera una persona normal, como todas las niñas de dieciocho años. Me quitarán grasa de la barriga, la centrifugarán y me la pondrán en el seno. Me he llegado a plantear que me pongan unas buenas tetas, de esas grandes de revista (las dos, ¿eh? no una, las dos, que nunca se caigan, seré la mujer de ochenta años con los pechos más perfectos del mundo). Técnica Coleman. ¡Qué tío, el tal Coleman! ¡un fenómeno! Aprovechar la odiada grasa de tu propio cuerpo para reconstruirte un pecho. Así, en un pim pam borramos todos mis traumas.

En el espejo parece que esto siempre será así, yo siempre tendré un solo seno. Lo acaricio: he llegado a odiarlo tanto que no sé como despedirme de él. Y ¿mi seno grande? Ojalá no tuviera que decirle adiós, pero para que queden igual tendrán que operarme los dos. Me miro a los ojos, y de reojo me giro para verme el perfil, un perfil que jamás volveré a ver: un pezón planito, esa mama ínfima que me recuerda que sigo siendo una niña de doce años. Y ya han pasado seis años. Esta soy yo. Y me miro el perfil y lloro. Lloro porque me parece increíble que un trauma se pueda borrar así, de golpe, con unas cinco horas de operación, una cicatriz, y a cambio de quince mil euros, yo seré normal. Y hoy me pregunto ¿qué significa ser normal? ¿seguiré siendo yo, mañana? ¿los mismos ojos de color miel? ¿la misma sonrisa? ¿la misma nariz de tulipán? ¿qué cambiará mañana? Mañana tendré pecho, dos, iguales, simétricos. Tendré tetas postizas de barbie, seré un cuerpo falso. ¿Seguiré siendo yo misma después de esta noche?

Entonces me pongo el pijama, para esconder todo lo que he tenido que esconder durante estos años. Acabo de decidir que a partir de mañana dormiré desnuda. Porque sí. Porque puedo. Porque no hay nada que esconder.
Mañana seré normal.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s