
Este libro es una oda a los padres y a la escritura. Es un templo al mundo interior. Ordesa es una arma de doble filo: te atrapa y toca la fibra, pero puede llegarte a empachar. Hay que estar preparado para leerlo, no te vale cualquier momento vital: hay que estar en calma. No dudo que si lo volviera a leer, prestaría atención a pasajes distintos a los que he subrayado ahora.
De la muerte de los padres se habla poco, quizá porque es algo que no va contra natura. Se habla más de muertes inesperadas, o dramáticas. Que un padre se muera antes que un hijo es, digamos, lo normal. A no ser que seas como yo y le tengas un pánico totalmente paralizante a la muerte; entonces ninguna muerte te parece natural.
Ordesa son recuerdos, mezclados entre la realidad y la ficción, donde Vilas demuestra un dominio de la lengua extasiado y armónico. Es un libro de poesía en ficción, lleno de sentimientos encontrados y nostalgia afirmativa.
He de confesar que algunas páginas me las leí en diagonal. No porque no fueran increíbles, que seguro que sí, sino porque en mi subconsciente no estaba preparada para ellas. Creo que es un libro a releer en diferentes momentos de tu vida. Estoy convencida que a cada lectura descubriría una joya más, pero no se puede asumir todo en una sola vez. Es necesario releerlo, a cachitos, saboreándolo con un buen café, con calma, como pasan los pensamientos en el libro. No es necesario leerlo de un tirón, ni engancharte a sus páginas de principio a fin. Es imperativo disfrutarlo, digerir sus párrafos, sin prisa, como una comida de domingo. Es condicional hacerlo de fin de semana a fin de semana, intercalarlo con otro libro, algo más light de ficción. Ordesa puede emborrachar, indigestarse, si no se toma en pequeñas dosis.
Me gustan los libros que mezclan cualquier tema con la escritura, es como si escribir fuera parte de todo, de cualquier vida. Me gusta subrayarlos a lápiz, pero confieso que a veces lo hago a boli, o simplemente paso de coger nada y doblo la página, sin más. Luego las releo para encontrar trocitos de una genialidad que ojalá yo fuera capaz de reproducir. Te pongo un ejemplo de Ordesa:
“Porque la materialidad de la escritura es la escritura. De hecho, santa Teresa escribió como escribió porque se le cansaba la mano de tanto meter la pluma en el tintero, de ahí su letra desganada y caótica y feroz y con mala sangre. Si hubiera tenido un boli Bic, su estilo habría sido otro”
Este es solo un fragmento de un capítulo en el que describe la impotencia de cómo se escribe. Con este libro, Manuel Vilas nos regala instantes eternos y deliciosos leer a gusto del consumidor.