
No fumes. No bebas. No comas gluten.
Haz deporte. Come sano. Duerme ocho horas.
¿Mi preferida?
Baja de peso.
Porque te gusta estar gorda, está claro.
Vas al médico y descubres por fin porque lo que comes no refleja quién eres. Es una frase genial esto de “eres lo que comes”. No todo es verdad o mentira. A veces hay otros factores. Entonces la ginecóloga te dice que bajar de peso te iría bien. La misma ginecóloga que te ha dicho que tus ovarios son inútiles, que tienes un problema hormonal, resistencia a la insulina y todas esas cosas que significan tener Síndrome de Ovarios Poliquísticos (SOP). Esta misma persona te pide que bajes peso con una dieta hipocalórica sin ningún tipo de indicación. Si tienes SOP sabes que esto no sirve, de hecho bajar de peso puede llegar a ser una puta odisea.
Hace tiempo que piensas que la vida ha dejado de estar bajo tu control. Es ella la que te controla a ti. “Y tú, ¿por qué aún no tienes hijos?” te preguntan. Y tú sonríes, hasta que un día vomitas la respuesta que siempre has querido verbalizar y nunca lo hiciste por educación. “Perdona, yo a ti no te pregunto sobre tu vida sexual, ¿verdad? ¿por qué tú a mí sí?” Y dejas a tu interlocutor boquiabierto incapaz de responder nada que no sea un “hasta luego” y alejarse corriendo. Entonces reflexionas y llegas a la conclusión que esto de decir lo que piensas, en el fondo no está tan mal.
En realidad contestas esto para esconder que te gustaría darles una fecha concreta, pero te sabe mal: no la sabes. Y déjame que te diga algo; a cierta edad todo el mundo se cree con el derecho de preguntarte estas cosas, no hace falta que te sorprendas.
Las enfermedades o síndromes no deberían definirnos. Si nos definieran diríamos “ soy SOP” y no “tengo SOP”. Las enfermedades se tienen, no se son. Es una cuestión de semántica básica; la lengua en su sentido literal no nos acusa, la sociedad sí. Sin embargo, al final la realidad es que te miran con esas cara de “ya eres mayor, se te va a pasar el arroz” y te juzgan por ser la hermana mayor que no tiene hijos. Pues mira yo con tu arroz me hago una paella, y de las buenas ¿eh? No de esas que llevan guisantes, hombre, ¡por favor!
El día que supiste que tenías (y no que eres) SOP también te informaron que tienes útero retroverso. ¿Quién mierdas se inventa estas palabras? ¡Son insultantes! Creo que tus padres no estaban inspirados el día que te concibieron, se debieron equivocar de posición, pero tampoco es su culpa. En el fondo, da igual, no sirve de nada lamentarse. Combinar útero retroverso con SOP hacía que la maternidad fuera algo que, naturalmente y siendo optimista, reducía las posibilidades al … ¿1%? No lo sabes, nunca fuiste buena con los números.
Entonces vas al terapeuta, porque las cosas que no arregla la ciencia suelen arreglarse por otro lado y entonces descubres, porque tú obviamente no lo sabías (léase en tono irónico), que estás bloqueada en el sentido más literal de la palabra: tienes una contractura en la pared del útero. ¡Madre del amor hermoso! Si se lo cuentas a alguien fijo que te mira con cara de “y, ¿qué mal gesto has hecho para contracturarte ahí?” Sí, tú también te lo preguntas. En realidad, hace tiempo que dejaste de hacerte preguntas y asumiste que tu vida nunca fue normal.
Pero, por favor, volvamos a la contractura. Vas a la terapeuta del suelo pélvico (sí, hay terapeutas de eso, por mucho que parezca increíble) y resulta ser una bruja (pero no de las malas, sino de las buenas, de las que te dan ungüentos que curan) que te confirma el bloqueo y, manualmente (sí, manualmente, saca tus propias conclusiones), te descontractura eso. Asombrada, sales de la consulta con unos sentimientos que no sabes verbalizar. Entonces te empiezas a preguntar, porque no vamos a engañarnos no puedes huir de tu carácter preguntón: 1, ¿cómo te has hecho una contractura en el puto útero? y 2, ¿cómo puede ser que en el mundo haya mujeres que se drogan, se alimentan de McDonal’s y tienen un estilo de vida dudoso y, aun así, consiguen quedarse embarazadas, así por arte de magia? Y tú, que haces todo lo que dicen los manuales, no eres capaz de quedarte embarazada pero, en cambio, te contracturas la vagina. ¡Tiene cojones la cosa!
Sí, racionalmente no es que no seas capaz, pero tienes un sentimiento que crece como un monstruo y muta durante el día. Te levantas pensando que hoy no vas a entrar en bucle, que hoy no lo pensarás. Vas a gimnasio, desayunas, sonríes. Todo controlado. Entonces hay el típico que te pregunta por tus sobrinos, tu contestas amablemente, porque adoras a tus sobrinos, y entonces, paaaam, la pregunta: ¿y cuando les darás un primito?. Entonces tu monstruo sale de la cueva, y como lleva toda la noche dormido, tiene hambre, hambre de ira y frustración. Te gustaría enviar a la puta mierda a esa persona, pero en vez de eso sonríes con un tímido “aún no es el momento”
Durante el día ves miles de señales que te recuerdan que el monstruo nunca se extinguirá. Ha llegado un punto que él tiene insomnio y juega contigo por la noche: dinamita tus sueños y tu descanso. Y a veces cuando todos duermen, tu monstruo baja la guardia y deja de ser culpa, porque la culpa es un sentimiento demasiado cristiano para ti, y se transforma, solo por un momento, en la esperanza que algún día alguien entienda que si nos dedicáramos solo a vivir, entonces las cosas fluirían. Mientras tanto sigues pensando que en la vida solo tienes obligaciones
No fumes. No bebas. No comas gluten.
Haz deporte. Come sano. Duerme ocho horas. Pierde peso.
Vive.