
“Aprovecha ahora, que cuando nazca la niña, no tendrás tiempo”
Esta fue la frase estrella durante el embarazo, combinada con otras de igual carácter apocalíptico. Iba acompañada normalmente de algo así como “aprovecha ahora para dormir” (esto ya lo comenté en la entrada anterior…), “¡Ui! Se acabó ir al teatro, leer o ver una serie tranquila”, o bien, una de mis favoritas: “Te cambiará la vida”. Por suerte el/la interlocutor/a solía tener el detalle de añadir algo así como “pero tener un hijo es lo más bonito que te ha pasado en la vida.”
¡Anda ya!… ¡No te jode! Claro que te cambia la vida, faltaría más: te cambia la vida, la piel, el olor, el cuerpo y hasta el cerebro. Leí que el cerebro de una madre se empieza a transformar con solo con pensar en tener hijos. El mío no es que haya cambiado; se ha girado como el de un dóberman. Pues claro que cambia, cambia todo.
Y con ese cambio llega la transformación del tiempo. Has dejado de contar minutos y horas: ahora tu unidad temporal se mide con el tiempo que hay entre un biberón y otro. Y que no te engañen los que te dicen “bueno, si das biberón es más fácil, lo podéis compartir”. Sí, claro, pero tu bebé (alias gremlin) lleva nueve meses oliéndote y sintiéndote, ¿crees realmente que quiere al padre? No, pues claro que no, es un tema genético; los bebés hasta los tres años son de la madre, des biberón, teta o alcohol del duro en vena. Y el biberón, que no te engañen con esto, es a demanda, como el pecho. Con esto quiero decir que tu unidad temporal puede variar según le de el viento a la bebé: puede ser media hora o seis horas, depende del día, del momento y de un montón de factores que el cerebro humano no logra entender, o por lo menos el mío.
Bien, tenías razón: ha nacido el gremlin y no tengo tiempo. El concepto tiempo se ha transformado en algo distinto. La definición ha cambiado, se ha modificado, pero no se ha autodestruido. Vamos a llamarlo “bibempo” por el tiempo que pasa entre biberón y biberón. No tienes tiempo, tienes “bibempo”. Es un mal juego de palabras, lo sé, pero es lo que hay, mis neuronas no dan pa’ más.
La cuestión es que el tiempo no desaparece sino que debes planificar en qué lo inviertes. A mi me funcionan las rutinas, entiendo que un bebé no cabe en una hoja de Excel, debes ser flexible. Más que flexible, debes ser capaz de sobrevivir al caos y ser más adaptable que el agua. Fluye, que esto está muy de moda. Yo lo intento todos los días.
Aquí te dejo mi rutina, la que me ha salvado de la locura de creer que lo único que hago es dar biberones y cambiar pañales:
- Antes de las 11 de la mañana. Bajar a la cocina y desayunar. Esto parece una chorrada, pero ¿te puedes creer que es el objetivo que más me cuesta? Entre que la bebé se despierta, le doy el biberón, se lo toma (solo son 150 ml, ¿en serio necesitas media hora?), le cambio el pañal, vuelve a llorar, ¡joder! se ha cagado, ¡mierda! se ha meado toda la ropa mientras la cambiaba, llora porque está mojada, vuelvo a escoger conjunto, etc. Ale, ¡a la mierda! ya te ha pasado el primer “bibempo”, toca el segundo biberón. Y tú ni te has tomado tu primer café, claro…
- De 11 a 12. Pasear con la nena metida en el fular por el jardín. Ahora es el jardín, porque no podemos salir de casa (algún día tengo que hablar de esto), pero bueno, me vale cualquier cosa.
- De 12 a 13. Escribir algo, lo que sea, que sea publicable en el blog: un relato, o una idea para un relato, una reseña, una reflexión. A veces tengo que hacerlo con una mano, porque como el padre está trabajando (y, aceptémoslo, él es un amor y muchas cosas más, pero hacer dos cosas a la vez suele terminar en drama). Si la bebé llora, con la mano izquierda la acuno y con la derecha escribo en el teclado. Me he vuelto sorprendentemente ágil y rápida, debe ser uno de esos superpoderes que te aparecen cuando te conviertes en madre.
- De 13 a 16. Finalización del tercer o cuarto “bibempo” (depende del hambre que la gremlin tenga ese día). Dar de comer a la bebé e intentar comer tu. Y ahora te preguntarás ¿cuándo haces la comida tú? ¿Has oído hablar del batchcooking? Otro día te lo explico. ¿Necesitas tres horas para eso? Sí, como ya te he dicho, la clave de aprovechar el “bibempo” es la flexibilidad, pero sobretodo es ser realista: date márgenes anchos.
- De 16 a 18. Aprovechar este “bibempo” para hacer lo que te dé la gana. Probablemente ya has dado otro biberón y con suerte la nena duerme (en la cuna o encima de ti como si fuera un koala), con lo que aprovechamos o para dormir la siesta o para leer.
- De 18 a 19. Dedicar tiempo a la gremlin, porque suele estar despierta a esa hora. Hora libre que a veces incluye un biberón. Hora totalmente flexible para hacer juntos lo que nos apetezca, que solemos invertir en quedarnos embobados mientras nuestra hija nos sonríe o hace ruiditos nuevos y nos creemos que es superdotada.
- De 19 a 20. Dedicarme tiempo a mi misma sin interrupciones. Yo le llamo “hora mami” (me encanta porque he dejado de tener nombre propio, cuando hablo con médicos y enfermeras ahora soy “mami”). Esto significa: hacer los ejercicios de la fisio de suelo pélvico, cardio con la bici estática (si pudiera hacer más cosas, variaría un poco) y ducha con chapa y pintura. Si la ocasión lo requiere puedo incluso ponerme mascarilla en el rostro y dejarla actuar 15 minutos.
- De 20 a 21. Seguir la rutina de noche para la hora bebé: masaje, bañera, biberón peleón (el peor de todos: es ese que quiere comer, te llora, ahora te lo aparta, ahora lo quiere, tiene sueño, ahora tiene los ojos como un búho, etc.). Dependiendo de si la bebé está en actitud gremlin seco o gremlin mojado la hora bebé y la hora mami son intercambiables.
- De 21 a 11 de la mañana del día siguiente: CAOS.
No me pidas mucho más, esto es todo lo que he podido conseguir en 6 semanas. Una rutina de día. Ahora la leo y pienso…¿ y eso como será compatible con mi vida cuando yo empiece a trabajar? Pues no lo sé, pero antes le quedarán a Miguel 8 semanas de paternidad exclusiva más su lactancia. O sea que… en octubre ya me preocuparé de eso.
Por cierto, he de decir que tanto Miguel como yo solemos aprovechar el “bibempo” de siestas no programadas de la gremlin para leer. Creo que no habíamos leído nunca tanto. Yo antes leía mucho, pero no tanto como ahora. Esto de que el mundo se pare, tiene sus ventajas.