
Imagen de Peggy und Marco Lachmann-Anke por Pixabay
— Ana, ¿cuántas veces has ido a este restaurante? ¿Mil? ¿Cómo puede ser que te equivoques de salida?
— Va, Cris, que si doy otra vuelta te hago una ruta turística.
— Lo sabes que no puedes ir por aquí ¿verdad? Tienes que girar en el cambio de sentido que hay en la próxima salida.
— ¡No me jodas! Bueno, suerte que vamos con tiempo.
— Ana, ¡para!
— ¿Qué?
— ¡Joder! No pares aquí en medio, vuelve a girar la rotonda.
— Pero ¿qué te pasa ahora? —(casi me da un ataque al corazón)
— Había una mujer en ese descampado, parecía que pedía ayuda —(si no te hubieras equivocado de salida, no la habríamos visto; seguro que esto significa algo…)
— Ayudadme, por favor, ¡mi marido! Por favor, explícale al 061 dónde estamos, no consigo que me entiendan para que venga la ambulancia.
— Cálmese, tranquila, déme el teléfono, yo se lo explico. Ana, para el coche detrás del del señor que estamos en medio y provocaremos un accidente — (Joder, ¡Vaya Mercedes! Este coche debe costar como 100.000 euros) — ¿Sí? Hola, perdone, el señor ha parado el coche en la rotonda de la nacional, salida 33. No… Sí… no, no le conozco —(uf, ¿en serio? ¿Cómo voy a saber yo si está teniendo un ataque al corazón? No, no sé la edad del señor)— Ana, pregúntale la edad. ¿40? No, hombre no, la edad de la señora no, la del señor. 49. Si, 49. No… está consciente. Si… le duele el brazo izquierdo. A ver, yo creo que tiene un ataque de ansiedad: hormigueo, le cuesta respirar, corazón a mil, pero claro también podría ser un ataque al corazón no soy médico yo no sabría decirle.
— Si, Cris, parece un ataque de ansiedad— (Señora, ¿se ha planteado hacer alguna cosa útil a parte de llorar?)
— ¡Que todo el mundo se calme!— (A ver si recuerdo alguna técnica de relajación del curso de gestión de estrés, al final va ser verdad y me sirvió para algo. Este señor parece que está muy jodido)— ¿Cómo se llama?… Bien Joaquín, mírame a los ojos levanta la cabeza, muy bien, así— (Si me coges más fuerte la mano se me gangrenarán los dedos, ¡Ai!)— Ana, necesito una bolsa de plástico, tiene las manos agarrotadas— (Señora, siéntese me está poniendo nerviosa)— Venga, Joaquín, respira conmigo: inspira, cuenta hasta tres, espira contando hasta seis. Per-fec-to— (Me cago en todo, ¡mi mano! Me la vas a romper, ¿piensa llegar la ambulancia, ya? Yo no sé cuanto rato podré tenerlo calmado a este hombre, parece de verdad que se está muriendo)— No mires al suelo, mírame a mi, no pienses en lo que te ha pasado, tranquilo.— (¿Qué coño te ha pasado para que tuvieras que parar así de repente y ponerte como te has puesto?)— Señora, aguántele la bolsa que no se le separe de la boca.
— ¡No quiero que ella se me acerque!
— Vale, Joaquín, tranquilo. Ana, aguántale tú la bolsa— (Vete tú a saber lo que le ha hecho su mujer para que lleve este cabreo…)
— Tranquila señora, ya lo hago yo. —(Qué buen rollo se respira en esta familia)— Cris, ya oigo la ambulancia —(Suerte que ya vienen, este hombre está al borde de un ataque al corazón, no tengo tan claro que sea ansiedad)
— Venga, Joaquín, respira conmigo, ¿Cómo te encuentras? ¿Mejor? ¿No? ¿Dónde te duele ahora?
— Me duele el corazón.
— Es normal, Joaquín, has tenido un ataque de ansiedad, el corazón te va a mil ¿verdad?— (Ana, llévate un ratito a la mujer que me está poniendo nerviosa)
— No, lo tengo roto.
— Joaquín, no llores, mira la ambulancia ya está aquí —(¿En serio esto es por un desamor? Y yo soy la dramática, ¿sabes?)
— Mi amor, la ambulancia ya está aquí, dame la mano que te acompaño.
— ¡Ni se te ocurra tocarme!
—Está bien, Joaquín, ya te ayudamos nosotras. Ana, cógele del brazo— (¡Cuánto amor!)
— Venga mi amor, que ya vamos a ver el doctor, dame la mano.
— ¡Te he dicho que no me toques! A ver si piensas las cosas antes de hacerlas.
— Perdone, señora, antes de irnos, le recomiendo cerrar el coche y quitar los intermitentes. Estamos en un descampado, de hecho no creo que deba dejarlo aquí.
— Está bien. Ana, dile a la señora que coja el coche y yo me subo con Joaquín al la ambulancia — (¿En serio pensaba olvidarse del coche?)
— Es que yo no sé conducir esté coche, es de mi marido y es automático.
— Tranquila, ya se lo traigo yo al CAP, Ana, tú irás detrás y yo conduzco el coche de Joaquín —(Ya he conducido automáticos antes no puede ser tan difícil)— bueno nos vemos en el CAP
— Y ahora, Cris, ¿qué hacemos? ¿Tú sabes conducir esto?
— Fácil, Ana, es automático. Solo hay que poner la palanca a la D y ya está. ¿Dónde está la puta palanca?
— ¿Qué quieres decir con esto de dónde está la palanca?
— Joder pues que los coches automáticos tienen una palanca donde los coches normales tienen a caja de cambios. La R es para marcha atrás y a D para tirar hacía delante. ¿Dónde está la palanca? Y, ahora que lo veo, ¿dónde está el botón de freno de mano?
— Escucha, ¿tu ex no tenia un Mercedes?
— A ver, Ana, ¿crees que llamaré a mi ex, a quien dejé plantado en el altar el día de la boda, para preguntarle como se conduce su coche?
— Yo no conozco mucha gente más que tenga un coche de lujo como este, la verdad, Cris, estamos jodidas, a ver si éstos van a pensar que les hemos robado el coche.
— ¡Espera! Conozco a alguien más que podría saber de coches de estos! Dame mi móvil.
— ¿Conoces a otra persona con un coche así? ¿Soy la única persona que conoces que tiene un coche normalito?
— Tschhhh… ¿Arnau? ¿Cómo estás? Escucha, luego te cuento, pero me tendrías que explicar cómo se conduce tu coche. Si… todo bien… bueno resulta que tengo que mover un coche y no encuentro la palanca de cambios y es el mismo modelo que el tuyo… Aha… o sea las marchas están en el volante… si, ya las veo… hace un ruido raro el coche… hay un aviso que debo sacar el freno de mano… ¡ah! Está donde en mi coche esta lo de abrir el capó, ¡claro! Bueno ya está te dejo ¿eh?…Si, si ya hablaremos. Muchas gracias.
— No quiero empeorar la situación, Cris, pero le podrías haber preguntado como subir el respaldo, te va a ser muy complicado conducir con el respaldo tan inclinado, por cierto ¿quién es Arnau?
— ¡Mierda con el respaldo! Bueno, es igual, no voy a volverlo a llamar por esto. ¿Arnau? Ah! Nada, mi ex de la uni. No preguntes, solo hacía 10 años que no hablaba con él. Anda, ¡nos vamos!
— Vamos, todo tan normal…
— Joaquín, qué bien que ya te hayan atendido, ¿Cómo te encuentras? —(Te ha cambiado la cara, ¿eh?
— Hola, mucho mejor, muchas gracias.
— No llores, hombre, ya ha pasado — (Qué vulnerable que parece un hombre de su edad llorando)
— ¿Le puedes dar tu teléfono a mi mujer?
— Claro Joaquín, no te preocupes, mejórate.
— Dame un abrazo antes de irte.
— Cris, ¿te das cuenta de la suerte que ha tenido este señor de que paráramos nosotras y no dos milenials desentrenados en el arte de la ansiedad?
—Si, Ana. ¿Qué le ha debido pasar?
— ¿En serio me lo preguntas? ¿No tienes ninguna historia de la tuyas en cabeza? Me decepcionas.
— Si, la tengo, pero estaba esperando que me la preguntaras. Ella le ha puesto los cuernos con el jefe de él, se lo ha dicho mientras iban en el coche camino a su segunda residencia de lujo a pie de playa, ¿Qué te pasa? No me mires así, mujer.
— Cris, si algún día quieres ser escritora, haz el favor de inventarte historias menos convencionales. ¿No querrás acabar siendo una E.L. James? O, peor, ¿una Stephenie Meyer?
— Joder, ¡al menos ellas están forradas! Vale pensaré algo mejor. ¿tú crees que llamará?
— Cris, claro que llamará, le has salvado la vida.
— Ana, eres una exagerada, no era un ataque de corazón, era un ataque de ansiedad.
— ¿Si?
— Hola, Cris, soy Joaquín. ¿Te acuerdas de mi? El tío que se moría en la carretera…
— Ostras, Joaquín, claro que me acuerdo de ti, ¿cómo estás?
— Bien… quería agradecerte lo que hiciste por mi el otro día, fuiste una gran terapeuta. ¿Dónde pasas consulta?
— ¿Consulta? No, no, no soy terapeuta. ¡qué va!
— Necesito terapia
— Si, Joaquín, todos necesitamos terapia.
—¿Por qué no le has preguntado qué le había pasado? Ahora nos quedaremos con la incógnita.
— Ana, a veces es mejor imaginar la vida que no que te cuenten lo que pasó de verdad.
— También es verdad, ¿has desarrollado ya una historia mejor? Cuéntamela.