
A veces me siento un bicho raro. Quizá debería existir un examen de aptitud antes que la naturaleza te permitiera quedarte en estado. Hay cosas que nadie te cuenta, y ya no es que no te lo cuenten, sino que te juzgan por contarlas tú.
Yo no firmé ningún contrato con la culpabilidad. Pero desde el primer día el cerebro te programa para sentir el miedo y la culpa. Yo no firme ningún contrato para ser unitema. Estoy embarazada, no me han realizado, que yo sepa, una lobotomía que me ha anulado el cerebro hasta tal punto que soy incapaz de tener conversaciones que no tengan que ver con bebés. Y de vuelta a la culpabilidad: cuando no te comportas como se espera de ti entonces te hacen sentir culpable. Lo tienes todo, debes ser feliz.
Sí, lo tengo todo. Todos los efectos secundarios de los que no te hablan. ¿qué psicópata inventó lo de las nauseas matinales? Eso es una mentira: puedes tenerlas durante todo el día. De hecho puedes llegar a pensar que tienes la gripe, o un virus, antes de recibir la preciosa (y, permitidme que os diga, aterradora) noticia de tu esperado embarazo. Nadie te prepara para el momento del positivo. El negativo es tierra firme; el positivo, arenas movedizas. Esas dos rayitas solo pueden significar una cosa: eso tiene que salir por algún lado, sí o sí. ¡Ai, Dios! Y aquí empiezas a salir de tu zona de confort. Déjame decirte que el embarazo será muchas cosas, pero te aseguro que hay una cosa que no es: confortable.
Una vez superas el primer trimestre, dicen, todo pasa. Bueno, eso lo dijo alguien muy optimista, e ingenuo. Nadie te habla de lo que te pasa por la cabeza y de las cosas que puedes llegar a encontrar en internet: uno de cada tres embarazos no llega a término. Vaya cifra ¿eh? Llevas dos años desparramando espermatozoides para que un campeón llegue a la meta y luego vas al médico estando de cinco semanas y te dice que es demasiado pronto para cantar victoria. Uno de cada tres. Por no hablar que el peligro no termina milagrosamente en la semana doce, ¿por qué nadie te cuenta que la eco de las 20 semanas (a parte de decirte el sexo, si el bebé se deja) te puede decir cosas terribles? Y entonces te entra la paranoia: ¿todo va bien? ¿y si tiene seis dedos? ¿por qué no se mueve? ¿este dolor es normal? Y tus pensamientos apocalípticos derivan en dudas más profundas: ¿Y si no le caigo bien? ¿cómo voy a cuidar de alguien si no sé cuidar de mi misma? ¿Cómo le voy a pagar la universidad?
Pero antes de la universidad pasarás por un embarazo. Y el embarazo no es fácil, bueno en realidad ya nada lo será a partir de ahora. A la que te duela algo y te quejes alguien osará decirte: “¡Ui, qué mal embarazo estas pasando! la verdad es que lo tienes todo.” No, no lo tienes todo, no te preocupes. Es solo que tú sí hablas de lo que tienes.
Apestas. Literalmente te cambia el olor corporal y no hay desodorante que lo cure. Dicen que la naturaleza lo hace para que el bebé te reconozca nada más salir. Aha. Bueno, vale, lo acepto. No voy a salir de casa en los próximos meses hasta que tenga un olor normal.
Dolor. Te duele todo. Bueno a estas alturas no hace falta que usemos eufemismos. Te duele el coño. Le puedes llamar de muchas maneras: pubis, chirri, los bajos, etc. Pero te duele. Y eso nadie te lo cuenta ¿verdad? Nadie te dice: pasé un embarazo genial pero durante los dos últimos meses me dolía tanto ahí abajo que no podía ni caminar.
Aprovecha para dormir ahora que puedes. Claro. Aprovecha mientras intentas girarte en tres fases porque el volumen de tu abdomen no permite los movimientos continuos. Lo que más me sorprende es que este consejo te lo dé alguien que ya haya estado embarazada. ¿tan fáciles son de olvidar las noches en vela antes de parir? ¿En serio? Esto también es un mecanismo de la naturaleza: todas esas madres que te aconsejan dormir han borrado de su memoria el tramo final del embarazo, sino no me explico por qué el mundo no está plagado de hijos únicos.
Hay miles de cosas más que no te cuentan, pero no voy a ser yo la responsable de la extinción de la especie. Si las contara todas, supongo que a nadie en su sano juicio le apetecería quedarse embarazada. Pero ahora, sabiendo lo que sé, me rió al pensar que lo que más miedo me daba era el parto. El parto, queridos míos, será el menor de vuestros problemas.